miércoles, julio 12, 2006

Corriente alterna


de Leo Masliah

No sé por qué te fuiste
ni por qué después
al poco tiempo te dió por volver.
No se por qué, no se por qué,
tomaste aquella triste decisión,
de abandonarme y cuál fue la razón
de tu regreso y que pasó.
que al otro día te volviste a ir,
no me diste tiempo de decirte,
preguntarte si esa vez
regresarías como la anterior,
y si te ibas en busca de amor,
y si fue así supongo que
no lo encontraste y fue por eso que
volviste pero cuando te apreté
y te pregunté que plan tenés,
me contestaste muy así nomás
con evasivas y casi te vas,
pero esa vez no te dejé
porque de un brazo fuerte te agarré,
pero fue inútil cuando me acosté,
sentí la puerta y eras vos,
que te pelabas sin decir adiós,
capaz que fue mejor para los dos,
pero muy malo para mí
por eso me alegré cuando te ví
que regresabas pero no entendí
por qué en seguida me decís
que tu intención sigue siendo partir,
y sin demora pasas a cumplir
tu anuncio y me dejas ahí
sin esperanza con respecto a ti
pero con la sorpresa de que así
como te ví partir también
te ví volver y te escuché muy bien
decir que nunca me ibas a dejar
para después saber faltar
a tu palabra porque sin piedad
te fuiste a algún rincón de la ciudad
que al parecer no te gustó
porque sino no entiendo que te dio
por dar la vuelta y pedirme perdón
pero enseguida maldición!
me abandonaste y desde aquella vez
te fuiste y regresaste más de diez
o veinte veces es que ya,
perdí la cuenta y la velocidad
de tu continuo ir y venir
se va volviendo cada vez mayor
ni bien te fuiste por el ascensor
la puerta se abrió y estás otra vez
ya no sé si es que volvés
ya es imposible adivinar que hacés
si te estás yendo o a la misma vez
estás viniendo ya no estás
acá ni allá como venís te vas
tu cara ya no se distingue más.
Apenas en el corredor,
se ve una larga franja del color
de tu vestido, sos como un ciclón,
un huracán sin dirección,
un haz de luz cada vez más veloz
ya nadie puede verte ya no sos
más que una tenue sensación
una sutil fugaz coloración
en las baldosas de ese corredor
y la portera ya subió,
trayendo el balde y con el secador,
le digo: doña deje por favor
y me contesta:
no señor, el corredor lo tengo que limpiar,
y yo le explico que te va a borrar
si pasa el trapo por ahí.

Pero ella cree que me enloquecí,
no sabe nada de lo que yo ví
de un golpe de agua con jabón,
te lleva entera junto a la ilusión,
de averiguar un día en que vagón
viaja el secreto de tu corazón.